Día tras día surgen curiosidades a las que hay que hincarles el diente. Desmenuzar, develar, cuestionar e ironizar con la actualidad es la idea de este Blog. Bienvenidos todos los que con espíritu crítico, ganas de reírse o simples deseos de meter la cuchara, hacen su aporte para tomarnos el mundo con un poco más de buen humor

viernes, julio 10, 2009

El Chacal de los Pedales

No sé seguir instrucciones y eso me está pasando la cuenta. Al principio pensé que era parte de mi “dispersión” o un simple colapso provocado por la falta de vacaciones.A pesar de los bochornos que más de alguna vez tuve que pasar, jamás le tomé tanta importancia como ahora.Es que salir a la calle sobre cuatro ruedas es una experiencia única. ¿Que las mujeres manejan mal? ¡Mentira! Yo, incluso al lado de un no vidente al volante, soy un peligro público.

No tengo claro si quedarse parado en la mitad de los cruces peatonales al menos una vez al día, andar tres cuadras con las luces apagadas o entrar a un autolavado de autos con las ventanas abiertas es una cosa muy normal. Estoy empezando a creer que no lo es y eso me alarma.Es cierto, hice mi curso de manejo hace más de 8 años y no precisamente en lo que vendría siendo la “Harvard” de las escuelas de conductores.Mientras todos mis amigos hablaban de sus 2 meses aprendiendo a manejar por las calles, yo tuve un entrenamiento de apenas dos semanas y con un instructor que, de seguro, fue sacado de El Peral.

“Ufff, qué fácil es esto del manejo. ¡Si hasta frena solo el auto!”, juré de guata durante más de una semana. Ante eso, los gritos, insultos y humillaciones de mi profesor no tenían mucho sentido. Pero claro, el color de rosa no estaba donde yo lo veía, y cuando la colisión con el camión verdulero era inminente, vine a percatarme del secreto de mi buena conducción. ¡El copiloto también tenía pedales!

Por lo demás, y como forma de complementar mi natural impericia, una clase práctica donde sugieran “utilizar una pantymedia cuando se rompa la correa del ventilador del motor” o echarle ají de color a no sé qué parte de las mil mangueritas que hay detrás del capot, resulta más parecida a un programa de Gourmet Channel o Utilísima, que a una instancia de aprendizaje automotriz.

Para colmo de males, este Fitipaldi no sólo maneja mal. Además tiene mala suerte. Una semana con auto nuevo y el residuo de alguna protesta subversiva quedó incrustado en una rueda trasera de mi bólido. El dichoso miguelito , clavado hasta los intestinos de mi aún brillosito neumático, me obligaba, con menos de 10 horas de manejo en el cuerpo, a echar mano al terror de cualquier principiante: la llave de cruz y la gata.

“Bueno, filo. Julio me va a ayudar”, pensé yo. Pero no, ni pensarlo. Mi alfeñique amigo Julio, partner de pelambres en el trabajo, vecino de los sarajévicos y destruidos barrios del centro de Santiago, formado entre la elite hiphopera del sector Gómez Carreño de Viña del Mar, resultó ser más inepto que yo en la titánica labor de cambiar la dichosa rueda.Después de ver subir y bajar el auto veinticinco veces, ofrecerle –cual Leo Farkas- considerables cifras de dinero al bombero del Servicentro para que nos socorriera y oler cómo nuestra camisas iban muriendo poco a poco, nos vimos forzados a desistir en la labor.Una vulcanización, 2 lucas por cambiar y reparar el neumático y sólo 15 minutos para hacer lo que no nosotros no pudimos en media hora, fue el vergonzoso final de esta historia.

En fin, tener un auto con más rayas que cuaderno de matemáticas, es el costo de haberme negado a leer el manual de uso cuando compré mi joyita. Por ese mismo hecho, recién a los 3 meses fui a descubrir que el bólido tenía encendedor de cigarros, luces de estacionamiento y una perillita que sirve para tirar un aire caliente insufrible… o sea, las cosas que tiene todo auto sencillo.

Y es que no sé si me cambiaron las señales del tránsito o nunca debí salir del vagón del metro en el que siempre me moví. Lo cierto es que ahora, cada vez que escucho un “hueón” a la distancia, transpiro y pienso que me salté un disco pare o que atropellé a una embarazada.

No tengo el don de Schumacher, no corro como Ayrton ni tengo la intrepidez del mítico Tony Bronson. Aún así, soy dueño de un título automovilístico que será difícil arrebatarme. Tiembla Santiago, que el chacal de los pedales anda suelto.

1 Comentarios:

Blogger Camilo dijo...

por cosas de google llegué a parar a tu blog y está sencillamente genial, a pesar de que hayas dejado de escribir. tienes una muy buena capacidad para describir las cosas con gracia, además de que me siento identificado con ciertas cosas que relatas respecto a nuestra generación. saludos, ojalá vuelvas a escribir

febrero 06, 2010

 

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