Día tras día surgen curiosidades a las que hay que hincarles el diente. Desmenuzar, develar, cuestionar e ironizar con la actualidad es la idea de este Blog. Bienvenidos todos los que con espíritu crítico, ganas de reírse o simples deseos de meter la cuchara, hacen su aporte para tomarnos el mundo con un poco más de buen humor

jueves, junio 14, 2007

Mi intención (no) es molestar

- Para cargar dinero a su PCS, marque uno. Para consultar su plan, saldo y número, dos. Para cambiar su plan, tres. Para contratar bolsas y promociones, cuatro.... para contactarse con una operadora que se burle de su desgracia, se ría en su cara y lo baypasee durante media hora, marque cinco.
-piiiiiip!!
-¿Aló? Señorita, estoy llamando por quincuagésima vez porque este es el cuarto celular que me entregan y no funciona.
-Ah, no sé ná yo! Tendría que llamar al 109, opción 37 y hablar con la Leslie Sharon. Ella le va a pedirle el número de 24 dígitos de su chip para poder ingresar un reclamo. Este reclamo puede tener contestación durante las próximas 105 horas hábiles, sin contar las horas donde nosotras salimos a colar. También puede concurrir al local donde usted, por ser, adquirió el producto y cambiarlo.
- A ver, señorita. Usted no me está entendiendo. Canjeé con los Puntos Más un celular en el Jumbo de Peñalolén. Después de cargarlo las 12 horas, se quedó pegado y no funcionó más. Lo mismo pasó con los otros tres equipos que me dieron como cambio. Le juro que mi intención no es molestar, pero...
- Ya le dije que no sé ná yo, oh! Gracias por llamar a Entel PCS.

Y así fue la cosa. Era todo demasiado fantástico para ser verdad. Acostumbrado a que regalaran un llavero por la compra de 56 rollos de confort, la sola idea de cambiar un celular de más de veinte lucas parecía fenomenal.
Compraba un miti-miti y lo sumaba a mi cuenta de Puntos Más. Compré calcetines, comida para iguanas, toallas higiénicas, planchas de pizarreño, vino en bolsa y hasta 30 kilos de abono para la tierra. Todo, todo por juntar los 57.100 puntos para el dichoso celular. Hasta que lo logré.
De ahí en adelante todo parecía sencillo: buscar el local de Jumbo que tuviera el celular, canjearlo y empezar a disfrutar de la nueva maravilla. Tener que ir a canjearla a Peñalolén parecía sólo una anécdota, pero no lo fue.
El dichoso aparato se murió mientras investigaba los pirotécnicos juegos de combos, patadas y escupos que traía, y nunca más volvió a prender. Lo mismo pasó con los otros tres equipos que me entregaron

Llamé a todos los números cientoyalgo desde mi teléfono, hablé con cuanta operadora con nombre artístico se me puso al otro lado de la línea, recorrí la ciudad 4 veces en el veloz Transantiago y sólo faltó que el alcalde Orrego me diera las llaves de Peñalolén por visitar su comuna todos los días de la semana. Sin embargo, soluciones no hubo.

Era yo el único pobre loser con mi cuarto aparato de vanguardia que no prendía. Podía ir a pasearme a los malls como la versión renovada del fenómeno de los celulares de palo. Más de alguno me envidiaría, sin duda. Incluso los imaginaba murmurar a mi paso:


- Shiaaa, Joshua Andrés... loréate al loco. Tiene el teléfono que reproduce reggaetón. El que es celular, tostador de pan y cortaplumas, todo junto. Terrible e’ pulento.

- Si oh, Dayron. Si cacho el celular, si no soy ná pollo!

Pero bueno, ni los Joshuas ni los Dayrones me podían ayudar demasiado. Tampoco pudo hacerlo el Sernac ni las Cartas a El Mercurio. En mi desesperación, llamé a Pablito Aguilera, interrumpí discursos de la Presidenta y hasta pensé en quemarme a lo bonzo frente a la Torre Entel.
¿Cómo nadie iba a ser capaz de pescar a un pobre imbécil que sólo quería un celular que le funcionara?, digo yo.
Hasta que se me iluminó la mente y...

-¿Aló? ¿Gregoria?
- ¡¡¡Mijiiiiiiiiiito!!! ¿Cómo está su Papá? ¿Cómo está su mamá? ¿Cómo están sus hermanos? ¿Cómo están los canarios?¿Y la Kenita? ¿Y la lorita? ¿Y las babosas de su pieza? ¿Y...
- Bien, ya. ¡¡Bien!!... Oye, porfa, agrégame a tu pliego de peticiones nocturnas, porque tengo problemas con el teléfono que cambié en el Jumbo. Me han salido cuatro equipos malos.
- ¡¡Mijiiiiiiiiito!!! Figúrate tú. Yo le voy a pedir a San Epifanio, patrono de la telefonía celular. Ya va a ver que la cosa resulta. Al hijo de la pobre Cotita le pasó lo mismo. Figúuuurate tú que...
-Ya, sí abuela, okey. Te lo encargo. Besos. Chau...

De ahí en adelante todo anduvo como avión. San Epifanio cumplió con lo suyo y valió la pena que mi abuela transformara su casa en la velatón del Estadio Nacional.
Ya no fueron las Dayanas, ni las Britanys, ni menos las Leslies Sharones mis interlocutoras. Por alguna extraña razón, mi caso fue tomado por asistentes de Gerencia Comercial de Entel, donde terminaron dándome un teléfono tan flor-fly, que ahora me envidia desde el flayte más pulento hasta la cuica más pelolais.
El que puede, puede...